domingo, 14 de septiembre de 2008

La aventura de vivir




A veces tengo la sensación de que desde que se inventó el microchip, las cosas pasan mucho más deprisa. Ya no vale la pena arreglar nada que sea digital, es mucho más barato comprar el mism0 producto nuevo, cuando estás comprando un IPOD ya han sacado otro modelo más moderno y menos caro. Y así va todo. Vivimos una época extraña, hace tan solo 30 años mi madre contaba y recontaba el dinero para llegar a final de mes, hubo una vez que sin venir a cuento me llevó a una juguetería y me compró una cocinita, la ilusión que me hizo no la he vuelto a sentir nunca más. Es algo que yo no voy a poder regalarle nunca a mi hija, tiene demasiadas cosas, le compro demasiadas tonterías como para que nada le haga ilusión. Ha llegado un momento que tenemos tanto de todo y en tantas cantidades que nada nos motiva. Y de ahí es título de la columna de hoy, y de ahí las excentricidades que nacen para mentes inquietas y personas aventureras. Hace 30 años se viajaba en coches viejos y se enviadaban los nuevos, hoy en día, como tenemos coches muy potentes que lo único que hacen es llevarnos a los sitios de manera rápida y segura, buscamos algo que nos motive. Y por eso nació el MONGOL RALLY, hace unos 8 años cuatro "colgaetes" ingleses dijeron mientras tomaban un café : "¿nos vamos a Ullan Bator?" o lo que es lo mismo en versión española " no hay huevos de coger el coche y plantarnos en Mongolia". Esa fue la primera vez, a partir de ahí nació este Rally que es ante todo benéfico. Dos personas en un coche ( de menos de 10 años y 1200 cc, ya se han encargado los Mongoles de hacerlo rentable ) van desde Madrid/Londres/Milán a la capital mongola, la organización no se hace responsable de nada y cada participante se busca la vida como puede para llegar. Desde Praga es una non-stop, y el presupuesto ronda los 12000 euros ( entre coche, comida, gasolina, sobornos, incripcion ... ) Al que llega, porque no llegan todos le dan una camiseta y le quitan el coche, pues lo subastan para dar el dinero a ONGS. Y todo esto para vivir una aventura, como si fuera poca aventura vivir cada día en cualquier capital de este nuestro país. Encuentro que es una aventura excéntrica ante todo, para aventureros urbanitas sin sueños que vivir. Sin embargo no puedo evitar ver este capricho del consumismo con cariño ; mi marido se ha apuntado, necesita adrenalina en esta vida sedentaria que le ha tocado vivir. Al pobre padre de mis hijos se equivocaron de etapa al traerlo a este mundo, hubiera sido un excelente Robin Hood en época de damas en apuros , un buen casanova en la Francia de Luis XIV o un temido pirata de alta mar. Y como le ha tocado vivir en una época sosa, simple y sencilla se busca la vida en forma de excentridad y de beneficencia. No sé hasta dónde llegarán, solo sé que tratará de alejarse de la época que le ha tocado vivir para acercarse a la que desearía sentir: la aventura de vivir. Y solo por atreverse ya es un ganador, mi ganador. Va por ti . Por ti y por San Fermín.




(Podéis saber más de él en amongoliahemosdeir.blogspot.com)

1 comentario:

blogdecastellano1B6 dijo...

Buenas Mónica, soy Anna mª Falcó y me he leido tu texto.Estoy de acuerdo contigo en el hecho de que como tenemos la suerte de vivir en la sociedad del bienestar, los pequeños detalles nos parecen memeces y tendimos a querer siempre más y lo mejor y esta situación, puede llevarnos a lo sumo a una insatisfacción crónica. Pero también es cierto que vivimos más tiempo y tenemos más oportunidad de encontrar la felicidad que en el pasado. Por último decir que el viaje de tu marido me parece una forma excelente de escapar de una sociedad que nos encierra muchas veces en la rutina. Le deseo un buen viaje.
He escrito unas cuantas greguerías que espero que sean de tu agrado:
El tiempo en la persecución incansable de la eternidad.
Una fotografía es el capricho de un recuerdo repetido en el infinito.
Un sueño es la contínua alimentación de una realidad indecisa.
Un espejo es un mundo en el que son los ingleses los que conducen por la izquierda.
una sonrisa es el suspiro de la infancia que no nos abandonó y que espera un momento de debilidad.