viernes, 19 de junio de 2009

Qué se puede decir, cuando ya se ha dicho todo ( I )


Érase hace mucho mucho tiempo, un precioso reino donde vivían los reyes y su joven princesita, era una pequeña dulce e imaginativa que vivía siempre entre las nubes. Entre las murallas de su gran castillo fantaseaba con su futuro, un príncipe, su amor, su futuro reino... Veía a los reyes , y les veía tan felices ... Siempre sabían qué hacer y cómo comportarse, a quién hablar y cómo hacerlo. Y eso ella lo aprendía ...

Con el tiempo, llegó el momento de encontrar ese principe con el que había crecido soñando, fue a algunas fiestas de reinos cercanos; bailó, rio y habló con otros príncipes y señores nobles. Y de entre todos ellos, escogió en una fiesta que hicieron en palacio. Un muchacho adorable, risueño, fuerte y con ganas de comerse el mundo. Un príncipe sencillo y sobre todo, divertido. Nada más verlo, de entre los muchos pretendientes que estaban en el baile supo que de allí saldría algo importante. Y no se equivocó. La princesa empezó a vivir su propio cuento de hadas, y simplemente se dejó llevar. Era feliz, hasta que un día todo cambió. El príncipe tuvo que ir a luchar a lejanas y oscuras tierras, donde una malvada bruja aterraba a todo su pueblo con despotismo y arrogancia. La princesa nunca supo qué ocurrió allí, pero se dio cuenta de que una extraña maldición había caido sobre el príncipe. En ocasiones y sin ningún motivo aparente, el joven príncipe se ponía de mal humor, se le oscurecía la mirada y pensamientos oscuros se apoderaban de él. Desde el primer momento la princesa sabía que eso no era normal y siempre estaba a su lado, aunque el príncipe fuera déspota con ella, no le importaba porque ella sabía lo mucho que la quería. Pero el tiempo pasó y con el tiempo también la maldición se apoderó de ella, así de fuerte era el poder de la malvada bruja. Y lo que había sido un feliz reino comenzó a convertirse en un feudo de la bruja. Cuando la princesa estaba triste y reclamaba la alegría de su príncipe, éste se escondía en la alta torre del castillo para no ver el sufrimiento de su amada, chillaba y tras esos gritos ocultaba su preocupación y sobre todo su impotencia de no poder hacer nada por ella. La princesa cada vez lo pasaba peor, no entendía nada, nunca había visto nada parecido entre sus padres y no comprendía lo que ocurría, eso hacía que ella entendiera mal lo que ocurría, y que junto que la maldición que sobre ella pesaba también llegara a convertirse también en ocasiones en alguien déspota, en una sombra de lo que fue. Sin embargo, en los momentos de lucidez la princesa no desesperaba. Y un día tuvo la idea de hacerle llegar a través de un juglar sus sentimientos a su príncipe. En una bonita canción, un día de fiesta, el príncipe supo cómo se sentía ella, supo lo que ella necesitaba, supo lo mucho que le quería ... Y la princesa creyó que al haberlo dicho de una manera tan clara y directa, él reaccionaría, entre otras cosas porque si quería verla feliz y la amaba tanto como decía y en ocasiones demostraba no dudaría en darle aquello que tan poco costaba y que ella tanto necesitaba. Pero no fue así, parecía en ocasiones que un amago de lo que ella necesitaba se cruzaba en su camino, parecía que él había entendido ...

Y un día la oscuridad cubrió su reino. Los reyes debido a su edad fallecían una noche de primavera en el lecho real ... y la princesa tuvo que hacerse cargo del reino, y evidentemente el príncipe también. Eran los nuevos reyes.

Juntos empezaron a hacer frente a los problemas del reino, juntos desafiaban a todo lo que se les presentaba, hasta ... hasta que el principe convertido en rey, se ofuscaba y era dominado por la maldición, entonces, abandonaba a su princesa, ya reina, y se iba a su torre a maldecir a la bruja, a gruñir, a quejarse ... mientras la Reina tenía que hacer frente a todas las responsabilidades del reino. Entre ellas tenía que atender a otros jóvenes reyes que como ella tenían responsabilidades, reyes que no hacía mucho habían pretendido su mano. Y entonces le recordaban lo mucho que ella valía, lo mucho que había cambiado a mejor, lo buena Reina que era. Eran halagadores y corteses; amables y cariñosos... y por la noche ella lloraba desconsolada al ver que se podía vivir con esa amabilidad, con ese apoyo, con esa compañía, con esas sorpresas ... Ella solo quería vivir su propio cuento de hadas. Así que una y otra vez le hacía llegar a su Rey por juglares, por mensajeros ... sus deseos, sus necesidades ... y pasaban un tiempo bien ... y más tiempo mal ... Y la princesa envuelta en sus vestidos majestuosos seguía llorando y pregúntandose qué podía hacer para que la maldición de aquella horrible bruja desapareciera...

La Reina tan solo tenía una pregunta ... ¿ Qué se puede decir, cuando ya se ha dicho todo ?

3 comentarios:

Alonso Q. dijo...

En la oscuridad....busca la luz...

A veces a esos Principes-Reyes que se van a la torre, a la vuelta tal vez la Princesa-Reina vive feliz con sus principitos, y para gobernar el reino no le hace falta ni Principes ni Reyes, se basta con ella misma y sus principitos...

En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen, la gran mayoría se roncan...

José LL dijo...

Me gusta, me gusta mucho y ¿que puedo comentar de algo tan claro?

Mónica dijo...

Muchas gracias José Ll