sábado, 29 de agosto de 2009

Lo que pasa durante el verano


En verano parece que las cosas dejan de pasar, parece que tomamos vacaciones incluso de la actualidad, todo se relaja, nosotros ... y los sucesos. Sin embargo siguen habiendo historias, otras historias, quizás sin la importancia merecida de un noticiario pero sí para un ser humano. El verano a mí me regala básicamente tiempo para ver esas historias que ocurren y pensar sobre ellas, y con esos pensamientos aparecen a su vez sensaciones, sentimientos que nacen para convertirse en palabras eternas en lo que hoy en día es el papel que se lee pero no se toca.

Hace unos días el tiempo veraniego nos regaló un paseo a lo "guiri", creo firmemente que tendríamos que ver nuestras propias ciudades, en las que nacemos, por las que paseamos diariamente pero no que no conocemos como turistas con una guía en mano. ¿ Cuantos de ustedes siendo de Barcelona no han estado en La Pedrera, o siendo de Sevilla no han subido a la Guiralda ? Porque haciéndolo conoceríamos nuestra ciudad un poquito mejor. Pues bien, ese paseo hizo que me diera cuenta en la cantidad de casas viejas, e incluso ya antiguas que iban demoliento para poner en ese valioso terreno un edificio enorme de pisos enormes con enormes sofás. Edificios de pisos datados del 1910, casas con jardín, un edificio incluso que fue el cobijo de los que hace años vinieron aquí a trabajar en la fábrica que había al lado para levantar la ciudad que hoy le da la espalda ... al edificio. ¡Cuantas historias de nuestra historia no se habrán vivido ahí! Sin embargo, nadie tiene ningún pudor en tirarlo, o en destrozar un refugio antiaéreo para hacer un parquin, o un sótano donde se escondió un poeta, un político ... una persona que formó parte de la historia para dejar que pase el metro.

¿ Cuánto tiempo tiene que pasar para que algo nos de tanto respeto que seamos incapaces de aceptar dinero a cambio de hacerlo desaparecer? ¿100 años? ¿Quizás más? ¿O se trata de la cantidad de dinero? Me da pena, me da lástima ver cómo se hace desaparecer la historia, nuestra historia a cambio de algo tan efímero y vacio como es el dinero. Me pregunto si algún día también quemarán la primera edición de El Quijote o de El caballero de Olmedo para poner en su lugar un ordenador capaz de mover todos los metros de Barcelona. ¿Acaso no es lo mismo? ¿Acaso no destruimos algo ha formado parte de nosotros para poner algo con lo que haremos lo mismo? Sinceramente, no entiendo esta necesidad de negarlos, al margen de la ideología política, no entiendo esta necesidad de que tan solo quede presente una parte de nosotros.

Sin embargo es una parte de nosotros la que a veces dejamos ver, solo una. Paseando por el barrio llevo cerca de tres días viendo a un señor mal afeitado, mal vestido ... en diferentes poyetes de diferentes "badulaques" seguro que también con diferentes cervezas en la mano. Él se pasa día tras día, de tienda en tienda, seguro que pidiendo algo qué beber ... y hoy no he podido evitar fijarme en la cara de desprecio de la gente cuando lo veía. Se alejaban porque no les gustaba, y no he podido por menos que pensar en la línea tan fina que nos separa de él. Ese señor de la cerveza en la mano que nos muestra su parte abandonada, un parte que añora lo que seguro un día tuvo. Porque nunca nos paramos a pensar que ese señor no nació siendo un vagabundo, sino siendo un niño como nuestro hijo, o un esposo como nuestros maridos, o un ejemplar vecino como el señor de enfrente. No lo pensamos, pero están ahí, y cometemos el error de creernos superiores, y permitimos que vivan mendigando como si fueramos nosotros mejores, y sin embargo, al mirarlos con desprecio somos menos humanos.

Y muy poco humano era un chico que vi estas vacaciones en un pueblo de costa. Paseábamos entre tiendas turísticas: camisetas, vestidos, llaveros ... y de pronto se oye una voz.

- Ehh, que se lleva el vestido sin pagar, oyeeee

Y una señora que como podía corría señalando hacia delante. Al mover la mirada vi un chico, unos veintipocos, con algo en la mano.

- Será ladrón ... ehhh

Seguía chillando la señora. Él se movía entre la gente con total impunidad, apenas corría, solo andaba ligero, mientras la torpeza vestida de señora lo perseguía. Pero lo que más me llamó la atención fue que se iba riendo. Qué desfachatez. No lo comprendía. ¿ De qué reía? ¿De la indiferencia de la gente? ¿Del sentimiento de impotencia de la señora? ¿De lo poco que cuesta regalarle un vestido a la amiga de turno? Fue realmente descorazonador. Porque tú como persona puedes empujarle, incluso si tienes determinada fuerza física pararle, cogerle. ¿Y? El te la devuelve y se va, o hay bronca, viene la policía ... en cualquiera de los casos aunque la señora recuperara el vestido, todos estarían al rato en la calle, sin que nada hubiera pasado.

Entiendo la impotencia de la señora, incluso que la gente no hiciera nada ante la justicia tan .. digamos "extraña " que nos protege. Pero no entiendo cómo alguien puede ir con la cara bien alta, riendo, diciendo al mundo "cojo lo que quiero y NO PASA NADA" y encima alardear de ello. Aunque teniendo en cuenta que vivimos en un país cuyo programa del corazón tiene como invitado especial a un señor que hace años protagonizó el robo del siglo, y un público le aplaude y vitorea, tampoco es de extrañar.



Son solo historias de verano ... volvemos poco a poco a la realidad.